(Agradecemos el envío de esta revista a Violeta Riscal)
93.000.000 DE
PESETAS PARA
SARA MONTIEL
“¿No dicen por
ahí que estoy acabada? A ver qué artistas españoles o no españoles han visto
juntos esos millones”
En las esquina encontré a mi amigo García.
-Voy a entrevistar a Sara Montiel.
-¿A Sara? Pero, ¿tú crees que a estas alturas tiene
algo nuevo que decir?
Mi amigo García insistía.
Mi amigo García se quedó refunfuñando. Somos como
somos y no hay quien nos cambie. Ella se llama Sara –realmente, María Antonia-,
y no Elizabeth, Gina o Shirley. Se apellida –Abad, según la partida de
bautismo-, libre de “kas” y uves dobles, palabra que nos trae el recuerdo de
los molinos manchegos y no de las brumas de Manhattan. Somos como somos y…
-Buenas noches. A ver si estamos
fresquitos… Es terrible. No puedo instalar aire acondicionado por culpa de la
sinusitis que tuve el año pasado. Y este piso es un ático… Habrá que beber algo
fresco, ¿no?
Es ella. María Antonia Abad. Es ella. Sara Montiel.
Mi intención, al menos, es entrevistar a María Antonia. A ver qué me cuenta de Sara
Montiel, a la que un día España proclamó su máxima “estrella”. Yo creo que lo
sigue siendo, por dos razones fundamentales; primera: Sara sigue en forma;
segunda: no hay segunda clasificada; el pelotón entrará en la meta a muchos
minutos de la primera clasificada.
EL JUEGO DE
LOS MILLONES
Nos hemos sentado en un mullido sillón. Hubiéramos
preferido una humilde silla de madera. Las humildes sillas de madera dan menos
calor que los lujosos sillones. Pero el piso de Sara Montiel no es humilde; eso
sí: es sencillo, muy sencillo.
-Sara, sin rodeos. Quiero una noticia rotunda que
explique, sin necesidad de más palabras, su actual posición en el cine español.
La “estrella”, que se cubre con un coloreado
albornoz hawaiano, se me queda mirando. Sara tiene este año una mirada
profunda, indagatoria, ligeramente irónica, de suficiencia… ¿Este año?
-Todavía estará fresca la firma que he
estampado al pie de mi último contrato. Noventa y tres millones de pesetas por
tres películas.
Se me queda mirando. (Ya he descrito antes la mirada
de Sara).
-¡Sí, sí, millón y medio de dólares!
Dólares de verdad, ¿eh? Me gustaría saber qué otras actrices cobran esas
cantidades salvo Sofía Loren o Elizabeth Taylor… ¡si es que lo cobran, que
tendría que verlo!
Efectivamente: estoy ante María Antonia Abad. Estoy
ante la manchega avasalladora, espontánea, sincera, que se muestra tal como es,
no tal como ella, quizás, quisiera ser o
como algunos –que prefieren los barnices artificiales- quisieran que fuera.
-¿No tiene usted miedo a confesar, tan abiertamente,
esa fabulosa cantidad de pesetas?
De nuevo se me queda mirando. ¿Ustedes recuerdan los
primeros planos de Sara Montiel en sus películas? Pues, así.
-¿Lo dice por…?
-Sí, lo digo por…
-Pues no, aunque la verdad es que me
“brean”. Tengo uno o dos, o no sé si cinco abogados para resolver esos
problemas. Pero no es eso. Si hablo de dinero es porque sé que es un lenguaje
que todo el mundo entiende. ¿No dicen por ahí que estoy acabada? Pues a ver qué
artistas españoles o no españoles han visto juntos esos millones de pesetas…
-¿Usted los vio juntos anteriormente?
-Así, así…
HA CAMBIADO
A Sara Montiel la encuentro cambiada. La última vez
que la vi la encontré en baja forma física. Y lo escribí en algún sitio. Estaba
pálida, tristona y, lo que es peor, tratando de mostrarse alegre. Y eso lo
hubiera conseguido Sara Montiel, que es una actriz excelente, digan lo que
digan sus detractores. Pero no María Antonia Abad, que es como es por la gracia
de Dios.
-¿Cuál será la primera de esas tres películas?
-Una que rodaremos en diversas
ciudades de Italia. Se titula “Rita Luna” y es la historia de una mujer
española muy famosa, que cantaba y que triunfó. Se casó con un señor muy
importante, que estaba paralítico. Los hombres asediaban a Rita… Es una
historia muy bonita, muy conmovedora…
-María Antonia: yo quiero saber si Sara Montiel
piensa seguir cantando…
Me mira como preguntando: “¿Pero qué dice este
hombre?”
-Seguiré cantando, pero no cuplés.
Quizá canciones más modernas. ¡O cuplés de nuevo, caramba! ¿Por qué voy a dejar
de cantar si cantando gano dinero? Además, ni los productores ni los
distribuidores quieren que deje de cantar… A ver: ¿cambiaría El Cordobés los
toros por el fútbol?
Sí, la encuentro cambiada. Profundamente cambiada.
Sara está más guapa, más sonriente… Tiene más majestad. La encuentro más
tranquila, más centrada. Creo que está dispuesta a iniciar el mejor camino de
su vida. Sentimentalmente ya dio los primeros pasos, seguros, sin titubeos,
prometedores… Su carrera artística también ha desembocado en una vereda más
clara, mejor orientada… El gran director Ladislao Vajda le tendió la mano.
Ahora un contrato de altos vuelos…
-Sara: ¿desde cuándo es usted millonaria?
Sara está esta noche dispuesta a contestar a todas
mis preguntas. Pero yo no pienso aprovecharme para acorralarla. Es una amable
conversación, sin peores intenciones.
-Le diré algo. Cuando hice “El último
cuplé”, sólo me pagaron las dietas en Barcelona: trescientas pesetas diarias.
Pero era una película que no quería dejar de hacer… Tenía fe en el asunto, en
los cuplés, en el director… Por otra parte necesitaba hacer algo, sembrar para
recoger…
-¿Cuáles eran sus necesidades en aquellos momentos?
-Todas.
SUS PRIMEROS
PASOS
Nos encontramos en el piso de la calle de san Bernardo.
Aquí vivió Sara de soltera. Ahora es el piso de su madre. Sara –los señores de
Ramírez Olalla- tiene un buen piso en la plaza de España. Y un magnífico hotel
en la ciudad residencial de La Florida.
-Luego llegó “La violetera”… ¿Pudo usted exigir?
-¿Exigir? Ni exigir ni elegir. Era eso
o nada. Me dieron cien mil pesetas por “La violetera”. ¡Yo no sé la de millones
que habrá dado esa película!
Hice varias películas más para la
misma productora. Había un contrato por medio… “Carmen, la de Ronda”, “Mi último
tango”, “Pecado de amor”… El productor se aprovechó… Sí, sí, me dieron cuatro
perras por unas películas que resultaron comercialísimas. Bueno, y me han
dejado algo a deber…
No hay rencor en las palabras de Sara Montiel. Ni
odio. Ni nada que se le parezca. Estoy convencido de que Sara –María Antonia,
desde luego, sí- es una chica excelente. Eso: una chicha que llegó de un pueblo
de la Mancha con el hatillo al hombro. Un hatillo cargado de ilusiones y de
buena fe. Porque… ¡la buena fe que ha derrochado María Antonia Abad por esos
mundos”
-Y luego llegó “La bella Lola”…
-Significaba el cambio de productora.
Nacía una nueva Sara Montiel. Ya me dieron una cantidad más razonable que,
posteriormente, ha ido aumentando. No en vano mis películas dan cada vez más
dinero ¡Y yo no soy tonta!
-¿El señor Ramírez Olalla supervisa los contratos de
Sara Montiel?
-¡Naturalmente! Los hace mi abogado,
pero los supervisa Chente. Bueno, y yo superviso los suyos… “Oye, Antonia, qué
te parece …?”
Los señores de Ramírez Olalla: un matrimonio bien
avenido. Ella hace películas; él se dedica a la construcción. Hoy en Madrid,
mañana en Dakar, pasado en Grecia…
-Quién gana más dinero, ¿su marido o usted?
-Ahora él. A pesar de los noventa y
tres millones… ¡Soy una pobrecita a su lado! Yo hago películas y él construye
internacionalmente…
Bueno, pues a pesar de todo –ceros y más ceros-, los
Ramirez Olalla no veranean este año. Algún chapuzón que otro en su piscina de
La Florida y pare usted de contar.
-Yo hago una sola película al año, pero
la preparo concienduzamente. Son cuatro meses de rodaje y tres de preparación,
que dirijo personalmente. Según el director y los guionistas me pasan las
secuencias, yo busco las canciones más adecuadas. No es tarea fácil. Hay que
tener mucho ojo para elegir canciones que “peguen”. Después, ponte a elegir el
vestuario, los colores, las telas… En Madrid, en Roma, en París… Que si los
zapatos, que si la pedrería… Luego vienen los ensayos en casa, con el director.
Antes de rodar la película grabo las canciones en París, porque, hijo, tienen
un sonido… ¡que para qué! Y al fin, empezamos la película.
Me fijo en Sara. Está sin pintar, sin maquillar, sin
arreglar… María Antonia, pues, se sigue mostrando tal cual es… ¡porque puede!
-Artísticamente me encuentro sensacional.
Y físicamente… Ni me pinto, ni falta que me hace. Y sin ninguna pata de gallo,
aunque hay quien cree que soy mayor que mi madre.
Sonríe triunfante. Se queda satisfecha María Antonia
después de “despacharse a gusto”. Se recuesta y se me queda mirando,
expectante, como preguntando: “¿Vale?”
-¿Tiene amigos?
-Sí, los tengo. Pero yo digo que los
que valemos algo siempre tenemos enemigos. Lo que no sé es la razón porque yo
sólo hago una película al año, de forma que no robo nada a nadie… No sé… Eso sí:
cuando mis enemigos vean mi última película me van a echar alquitrán a la cara…
-¿Dirigirá usted algún día sus películas?
-Tengo talento para que me dirijan; no
para dirigir… Pero como una no es tonta, pues opina un poquitín.
-¿Qué tal se explotan sus últimas películas?
-Superiormente. De “Samba” se han
hecho ochenta y cinco copias, que ya son copias, sobre todo teniendo en cuenta
que son en color y cada una de ellas cuesta 25.000 pesetas. “El último cuplé”
sólo se lanzó con una copia…
QUIERE TENER
HIJOS
Un ratito a confidencias nunca viene mal. Creo que
debemos contrarrestar, suavizar, disimular el torbellino de millones en que nos
hemos metido. Y a María Antonia la pregunto:
-¿Feliz del todo?
-Soy muy feliz. Tengo a mi madre, a mi
marido… No tengo a mi padre, que murió cuando yo tenía doce años, pero como si
lo tuviera. Cada dos noches sueño con él. Le veo, hablamos…
Sara se ha puesto seria. Sus ojos brillan de
felicidad. Me habla quizá infantilmente, pero con una enorme carga de
emotividad.
-Recuerdo el último sueño. Yo estaba
vestida, no sé para qué. Mi padre me dijo: “Antonia: no me gustas con ese
vestido verde. Ponte el amarillo”. Y ayer, efectivamente, me puse el amarillo…
-¿Le asusta el paso de los años?
Ha sido un relámpago difuminado… Pero he visto en
los ojos de Sara una ligerísima ráfaga de temor, de preocupación… o han sido
visiones mías…
-No me asusta el paso de los años.
Todos nos hacemos viejos, ¿no? Es un problema que todos hemos de padecer…
Bueno, realmente no sé si será un problema…
-¿Qué desea tener que ahora no tenga?
Le sale del alma:
-Hijos. Los que vengan. Sé que los
productores se asustarían, pero…
-¿Qué piensa cuando recuerda su niñez?
-Éramos muy pobres, muy humildes… ¡Muy
honestos, eh! No me gustaría que volviera lo de antes.
-¿Está harta de algo?
-De comer, desde luego, no. ¡La línea,
hijo, la línea! Estoy harta de que algunas personas me digan: “¿Qué hace usted
para conservarse tan bien?”
Hebreo SAN
MARTÍN
(Fotos Julián
Torremocha)
EL RECORTE CCLVII
Como leíamos en la revista Semana, a poco más de un año de casarse con José Vicente Ramírez Olalla, el balance que la estrella hacía de su matrimonio y de su carrera era muy positivo. Un año de felicidad que comenzaba en Roma el día de sus nupcias. Este es el reportaje que publicaba Hola sobre el enlace en su número de 9 de Mayo de 1.964.
SARA MONTIEL
SE CONVIERTE
EN LA SEÑORA DE RAMIREZ Y GARCÍA DE OLAYA
La boda se
celebró en la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, de Roma
La actriz, que
quiso dar a la ceremonia una severa seriedad, se sintió profundamente conmovida
al ser recibida por el Santo Padre
Sara Montiel, acompañada de su prometido, José Vicente Ramírez y García de Olaya, a su llegada a Roma.
Sin inmutarse lo más mínimo, ante el asedio
impertinente de fotógrafos y operadores, empeñados en no perderse detalle, y
con el dominio que da el oficio, Sara Montiel, María Antonia Abad Fernández
para el Registro Civil, más guapa que nunca, y vistiendo un elegante conjunto
de encaje de oro y plata, firmado por Pierre Balmain –dos mil dólares-, ha
recibido –el pasado sábado-, arrodillada junto a José Vicente Ramírez y García
de Olaya, la bendición nupcial, ante el altar mayor de la iglesia española de
Roma, de la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat. El abad mitrado de la
basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, dom Justo Pérez de Urbel,
amigo de los novios, llegó ex profeso de España para oficiar la misa de
velaciones y el rito matrimonial, cumpliendo así su amistosa promesa de meses
atrás.
La actriz y su marido sentados en la Vía Venetto.
El matrimonio contempla el Coliseo y el Arco de Constantino.
Sara, con su padrino y cuñado don Luís Ramírez y
García de Olaya, se presentó a las puertas del templo, enclavado en la vía de
Montserrato, en un rincón de la ciudad vieja, a dos pasos del Tíber, con
sorprendente puntualidad. Nadie hubiera dicho que estaba levantada desde las
seis de la mañana, hora en que abandonó, apresuradamente, su “suite” del
Excelsior, para ir a confesar a una iglesia cercana. Poco después de esa hora
comenzó la ronda de los fotógrafos y operadores por los pasillos del hotel. Se
habían dado cita allí las revistas y los semanarios más famosos del mundo
–desde “Life” a HOLA- para captar la salida de la actriz, camino de la iglesia.
Sarita comenzó a vestirse, sin nervios, ayudada por su doncella Irene, que a
última hora había cambiado el buquet de violetas, escogido de la tarde antes,
por otro de orquídeas, para evitar el fácil recuerdo de una de las películas
más celebradas de aquélla.
Sarita Montiel dirigiéndose al altar del brazo de su padrino y cuñado, don Luís Ramírez y García de Olaya.
Sarita, ya ante el altar con su prometido, en el momento en que va a dar comienzo la ceremonia.
Los nuevos esposos estrechan sus manos ante el altar de Nuestra Señora de Montserrat.
En la puerta del templo esperaba el novio, que hasta
aquel instante desconocía cuál era el equipo elegido por Sara, a pesar de que
él mismo lo había recogido en París, bien encerrado en una caja a propósito.
Una vez ante el altar –por expreso deseo de Sara no hubo música de órgano, ni marcha nupcial-, la pareja y los padrinos
tomaron asiento, para escuchar la plática del abad dom Justo. A continuación, y
tras las obligadas preguntas que el rito impone, dio comienzo la misa de
velaciones, durante la cual comulgaron los novios.
En el presbiterio tomaron asiento, en el lugar de
honor, el embajador de España en el Qirinal, señor Sánchez Bella, acompañado de
su esposa. En el lado de la Epístola se acomodaron los testigos de la
ceremonia: vizconde de Tuy, marqués de Santa Rita, don Emilio de la Guarda y el
doctor Azcona.
Siempre seguida por el relampagueo de los flash
y los focos cegadores de NO-DO, los novios pasaron a la sacristía, donde
firmaron el acta matrimonial. En breves minutos, y en una dependencia aneja,
Sara cambió su atuendo de novia por un severo traje negro, de ceremonia, y
cambió su monumental pamela por la tradicional mantilla negra española, para
acudir, en unión de su esposo, a la audiencia privada que les había concedido
Su Santidad Pablo VI y que para nuestra actriz –según confesó después- ha sido
el acontecimiento más emocionante de su vida.
Don José Vicente Ramírez y García de Olaya haciendo su entrada en el templo dando el brazo a la madre de Sarita Montiel, madrina en la ceremonia.
La famosa actriz en otro momento de la ceremonia de su enlace matrimonial en el templo romano de Nuestra Señora de Montserrat.
Los novios reciben sus alianzas matrimoniales. Ofició la ceremonia el abad mitrado del Valle de los Caídos, dom Justo Pérez de Urbel.
El Papa retuvo a la feliz pareja durante más de
quince minutos. Regaló a Sarita un rosario de oro y a José Vicente una medalla
del Concilio. Además se interesó por los proyectos de la actriz.
Después, al mediodía, en la intimidad, con los
familiares, llegados para la boda, y un reducido grupo de amigos, Sara y José
Vicente se reunieron a almorzar en el Gran Hotel.
Hasta su partida para Nueva York, vía Este –Sarita
tenía el propósito de pasar por Moscú, para ver si podía cobrar lo que “allí”
le deben por sus películas y sus discos-, el matrimonio tuvo sobrado tiempo de
pasear por Roma y de posar para los fotógrafos en los obligados rincones de los
itinerarios turísticos, incluido la Fontana de Trevi, donde, tanto Sarita como
su marido, arrojaron la moneda, con la ilusión de volver, sin tanta prisa, a la
Ciudad Eterna.
Momento en que los contrayentes reciben la Sagrada Comunión.
Después de contraer matrimonio, Sarita Montiel depositó su ramo de orquídeas en la tumba de Su Majestad el rey don Alfonso XIII.
“Es posible –me explicó Sara- que haga aquí una
película, si llegamos a un acuerdo con los productores… Se trata de una versión
de la vida de Claretta Petacci. El guión está hecho y ha sido sometido a la
aprobación de la familia”.
El propósito de Sara es, como se ve, seguir
trabajando en el cine, aunque desviándose un poco del cuplé. “Como en mis otras películas –me aclaró- en adelante compartiré la responsabilidad y el riesgo o
la fortuna de producción. Aparte de la película sobre Claretta Petacci, tengo
otras dos más en cartera”.
Ataviada con un severo traje y con la mantilla española, los nuevos señores de Ramírez se dirigen al Vaticano, donde fueron recibidos en audiencia privada por Su Santidad el Papa.
ROMA (Especial
para HOLA, de nuestro corresponsal
FRANCISCO
NARBONA).
LA FOTO CCLVII
La diva en un evento. Eran mediados de los '60...
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