domingo, 16 de abril de 2017

GACETA ILUSTRADA - 30 de Noviembre de 1.957 - España


G.I. en casa de
SARA MONTIEL

Arte, belleza, simpatía. Sara Montiel, señora de Mann, en la salita de su elegante piso madrileño. 

Yo creo que la mejor cualidad de Sara Montiel es que es una estrella como una copa de un pino. Estrella en todo: en su manera de hablar, de actuar, de vivir y hasta de pensar. Claro que Sara Montiel piensa mucho. Si se analiza su carrera paso a paso descubre uno inmediatamente que ha luchado –y habrá sufrido, naturalmente- muchísimo. Porque no se crea que “El último cuplé” es la segunda o la cuarta o la sexta películas en la carrera de la actriz: es nada menos que la número cuarenta y tres. O sea que durante cuarenta y dos películas, Sara ha estado a punto de alcanzar el éxito brutal… Pero siempre falló algo en el último momento. O la historia, o la dirección, o ella misma. Porque ella, que no es nada tonta, también sabe que tiene algunos títulos en su haber que preferiría olvidar.
Sara tuvo un arranque de suerte, porque la verdad, a los catorce años hacía su primera protagonista. Una protagonista que tenía que ser jovencita –recién casada-, pero no tanto. Resulta que Sarita, que en aquellos días se llamaba María Antonia- que así la siguen llamando su marido y Enrique Herreros, Enrique Herreros Jr., su madre y sus íntimos amigos-, era una chica hija de una familia humildísima. “Yo iba en un carro llevando vino de un lado para otro, con mi padre, que era un labrador…”, gritaba Sara desde el escenario del “Rialto”, de Madrid, una noche en que las ovaciones parecían taurinas. Pues bien, humilde, sin porvenir y sin futuro, María Antonia tenía ya algo. Unos ojos muy abiertos, un largo pelo anudado en una gorda trenza, unos dientes blanquísimos. Y un día, por la Semana Santa –en Orihuela, para más datos-, se le ocurrió a la chiquilla lanzar una saeta al aire. Y, como pasa en las historias de Hollywood, un mandamás de “Cifesa” la escuchó, la miró, la contrató y se la llevó a Madrid.



La cámara curiosea por el hogar de la triunfadora de "El último cuplé", seis meses en cartel en el mismo local de su estreno, en Madrid. Y nos descubre una parte de su guardarropa y la mesita del tocador. 

María Antonia conoció a Enrique Herreros que, de verdad, es su verdadero lanzador. Enrique pensó que lo de María Antonia Abad era muy difícil de decir y le puso e el nombre de María Alejandra. Pero aquello de no tener apellido le resultaba un poco triste y la bautizó definitivamente como Sara Montiel. Mejor dicho, Sarita Montiel. Lo que pasa es que ahora, después de su triunfo escandaloso, la gente ya no se atreve a llamarla Sarita y la llama Sara… Y, si me descuido, doña Sara.
“Cifesa” la dio un papelito en “Te quiero para mí”, junto a Isabel de Pomés. Hacía de colegiala y estaba monísima. Poco después era la protagonista de “Empezó en boda”, junto a Fernán-Gómez, una comedia moderna y divertida, donde Sarita ya empezaba a estar muy bien. Y luego, título tras título, hasta su “Locura de amor”, donde estuvo cerquita de ser estrellaza, pero en donde Aurora Bautista arrasó con todo. Mas aquella “mora” –guapísima, con su maquillaje oscuro- quedó grabada en todos, aunque se pasase bastante tiempo sin trabajar después debido a que enfermó. Yo recuerdo que fui a verla a su casa de Carmen, 17 (creo que este era el número). Había engordado mucho y estaba un poco desengañada. Resulta que, según me contó, durante el rodaje de “Locura de amor” hacía tal frío en los estudios, que ella, cada vez que hablaba, tenía que enjuagarse la boca con agua helada, para que no se notase el vaho. Y tanto se enjuagó y tanto hielo tuvo en la boca que agarró un catarro crónico que si aquello no acaba la que acaba es la pobre Sarita. Pasó algún tiempo en la cama, comió mucho, reposó mucho… Y engordó mucho. La chica estaba un tanto desilusionada. Creo que después hizo “El capitán Veneno”, y de pronto le llegó la oportunidad de marcharse a Méjico. Fue porque la habían nombrado “Reina de la Primavera” o, por lo menos, “Princesa de la Primavera”. La cuestión es que Sarita llegó a Méjico y la esperaba ya en el aeropuerto un Cadillac fabuloso y una escolta de motoristas. Y unas semanas después, un estupendo contrato para hacer “Furia Roja”, en la versión española.
Muchas películas en Méjico
Sara –ya no la llamaban casi nunca Sarita- se habituó a Méjico y fue ligando película tras película. Para decir el número exacto, veintiuna. (Antes había rodado en España dieciocho). Y en Méjico precisamente llegó la primera ocasión de cantar. Resulta que Sarita cantaba por las mañanas en su casa, pero así… como le salía. No se aprendía nunca las letras enteras y lo pasaba bomba. Resulta que hace una película con Agustín Lara y para el lanzamiento de la película, el gran músico la presenta en el escenario del Lírico.
-Mira, Sarita- le dice Agustín; -vas a cantar tres canciones…
-Pero, maestro, si yo nunca he cantado, si jamás he pisado un escenario, si sólo de pensarlo me pongo a morir…
-Nada, nada; tengo la seguridad de que será un éxito apoteósico.
Comienza la actuación de Sara. La primera canción es “María Dolores”, que la canta desde que la canción se puso de moda. “Muy bien, muy bien –le dice Lara-.Y ahora la nueva, la que acabo de escribir para ti…” Resulta que en aquellos tiempos, Agustín y María Félix se acababan de separar y todas las canciones de Lara eran alusivas a María: para bien o para mal. Recuerdan: “María bonita”, “Pecadora”… Bueno, pues aquella noche, todos los periodistas de Méjico estaban en primera fila dispuestos a copiar la letra… “para saber qué ‘quería’ decir el maestro”. Sara, al ver todo aquel ambiente, quiso morirse y repetía una y otra vez:
-No puedo, no puedo; si no me sé la letra.
-No te importe, el apuntador te la irá diciendo…
Bien, ya está en escena. Con mantoncillo, con pañuelo blanco, con un clavel en el pelo. Al principio, tenía que recitar la canción y aquello fue estupendo, porque escuchaba al apuntador perfectamente. Pero después atacó la orquesta, los violines subieron, los timbales sonaron… Y Sara no volvió a oír nada de lo que decía el apuntador. Y se inventó por completo la letra. Tuvo un éxito de escándalo, pero los periodistas se dirigieron a Agustín Lara para decirle:
-Maestro, la canción es preciosa, pero como Sara la ha cantado tan flamenca, pues… claro, nos ha sido imposible copiarla, entenderla del todo.
Ha pasado el tiempo y Sara sigue sin poder aprenderse las letras de las canciones. A ella el diálogo se le queda en seguida, pero las cancioncillas… Tiene un oído fabuloso para la música y lo mismo tararea a Beethoven que a Bach. Pero lo otro… Actualmente, en el rodaje de “La violetera” la he visto hacer un “tour de forcé”. Colocarse ante la cámara, con sus plumas, con sus brillantes, con su cara bonita… y poner gestos, sentir la canción… mientras tras ella alguien le va diciendo la letra. Dificilísimo. Pero es que Sara ha sabido convertir lo difícil en fácil.
En Méjico seguía haciendo películas. En unas hacía de india, en otras, de mejicana y en otras su personaje era de nacionalidad desconocida. Aprendió a hablar con la “s” y tuvo su primer contacto con Hollywood. Un grupo norteamericano preparaba el rodaje de una película con Glenn Ford y buscaba una estrella de un físico especial. Sara reunía todos los requisitos –aunque en aquel momento no sabía una palabra de inglés- y la contrataron. Pero aquel grupo productor no debía de tener mucho dinero, porque la cuestión es que se fueron hasta el Brasil e hicieron muchas fotos a Glenn y a Sarita, pero los devolvieron para su lugar de residencia. “Es decir –comenta Sarita- que no tuve suerte. Mi primera ‘chance’ un puedo ser peor…” Siguió en los “platós” aztecas, hasta que la llamaron para “Veracruz”. A ella no le gusta la cinta, no le gusta cómo está en la película. Pero hay que reconocer que entrar en Hollywood del brazo de Gary Cooper y Burt Lancaster no es ninguna tontería. No sabía inglés y se aprendió todos los diálogos fonéticamente. El resultado fue excelente. Tan excelente, que la “Warner” le firmó un contrato y le anunció su próximo título: “Serenade”, junto a Mario Lanza y Joan Fontaine, dirigidos por Anthony Mann. En aquel momento, Sarita no podía sospechar que Mr. Mann se iba a convertir en su marido.
Y se convirtió en su marido y Sarita y Anthony son muy felices. En estos momentos, Tony está en Madrid, pero se marcha dentro de nada, porque dejó una película a medio montar. La última de él es “The Tin Star”, con Henry Fonda y Anthony Perkins. Y la próxima, seguramente, será con Sara y con algún galanazo de allí.
Porque estos eran los proyectos hasta que llegó “El último cuplé”. Resulta que yo me marchaba a Nueva York en el avión de la “Iberia”. En el aeropuerto estaba Sarita, que llevaba el mismo rumbo. Fuimos hablando todo el viaje. Mejor dicho, parte del viaje, ya que Sarita duerme en los aviones como si estuviese sobre un colchón “Sema”. Recuerdo aquel viaje… Hacía mucho tiempo que no nos habíamos visto, debido a que ella vivía en América y yo no. Pero nada más despegar de Barajas nos pusimos a hablar. Iba a Nueva York con el fin de firmar unos seguros, ya que tenía que hacer una película con Clark Gable, en el Japón, y necesitaba estar asegurada.



Dos actitudes y dos "toilettes" caseros de la gentil "estrella". 

Los cuplés del “Último cuplé”
Durante nuestro viaje, Sara me fue cantando todos los cuplés de la película que iba a hacer, película que la lanzaría hacia el cielo de las estrellas. Por primera vez oí aquellas canciones en boca de Sara Montiel, que las iba a hacer de nuevo famosas en las cinco partes del mundo. Después, ya saben lo que sucedió. La bomba estalló en la Gran Vía de Madrid. Sara se convirtió en un mito, en una leyenda… Fuimos a esperarla a Barajas con ramos de flores y cientos de fotógrafos; llegó al “Rialto” y estuvo a punto de perder la vida. En fin, la gloria la tenía ENTRE LAS MANOS. La gran, pero no última oportunidad, le había llegado. El éxito, el aplauso…
Volvió a Hollywood para estar con su marido, para inaugurar su nueva casa, para perfeccionar aún más su inglés. “Serenade” y “The run of the Arrow” las ‘rodó’ ya directamente. Y sobre todo, se marchó a Hollywood para aclimatarse un poco con su éxito. Pero mientras tanto se había comprado un piso en Madrid, en la calle de San Bernardo, 117, en un lugar castizo; porque Sara, a pesar de haber nacido en Campo de Criptana, es más madrileña que manchega. Hasta en su manera de hablar. Sara habla con acento de chulapa desgarrada, dando mucha entonación a todas las palabras, mucho significado a todas las frases. De ahí su éxito como cantante: más que cantar, dice. Compró la casa y dejó a Enrique Herreros el encargo de decorarla y amueblarla. Cuando llegó por segunda vez a Madrid venía algo mareada, con traje de chaqueta negro y cuello de visón blanco. “Tengo ganas de descansar…” Ella, en aquel momento, ignoraba que horas antes instalaban las últimas alfombras, los últimos cuadros. La casa de Sara no es muy grande, pero tiene una terraza muy amplia asomada a la calle de San Bernardo. Hay una mezcla de antiguo y moderno al cincuenta por ciento, junto a muebles de estilo, muebles de última hornada. Hay una pared blanca y otra negra; una cortina blanca y otra negra; una butaca blanca y otra negra. “Más que una casa, es un estudio –me dijo Herreros-.  Aquí los fotógrafos podrán trabajar a gusto…”
Ahora “La violetera”
¿Qué proyectos tiene Sara Montiel? De momento, terminar “La violetera”, que hoy ‘rueda’ y que para ella supone una responsabilidad terrible, pues ya sabemos que se puede perdonar un éxito, pero dos… En “La violetera” vuelve a ser algo de lo que fue en “El último cuplé”. Una mujer que ama, que sufre y que canta. Diez canciones, entre ellas, la famosa del maestro Padilla, que dio la vuelta al mundo. Después, casi, casi pisándose los talones, una nueva versión de “Carmen”, quizá ambientada en nuestros días. Más tarde, una vuelta por Hollywood, donde ella y su marido han comprado los antiguos estudios de Charles Chaplin. Más tarde, dos nuevas películas con Benito Perojo. Y quién sabe si de pronto no se lanzará con un espectáculo musical sobre un escenario. Aunque creo que no. Porque ella, de verdad, donde vive es ante una cámara de cine.


Sarita durante un ensayo de una canción de "La violetera", su próxima película. 1.957 fue el año del gran éxito de esta actriz española que, como se sabe, está casada con el gran director cinematográfico norteamericano A. Mann. 

Ahora, en estos momentos, está ante la cámara. Traje negro, plumas blancas en la cabeza. Es el “Maxim’s”, de París. Va a cantar “Frou-frou”. Se da los últimos retoques, se pasa un peine, se mira en el espejo. Y luego, se pone a cantar. La cámara se va alejando, la estrella queda sola bajo los focos, su personaje ha comenzado a vivir. Y Sara Montiel, la María Antonia Abad, manchega de Campo de Criptana, brilla con luz propia. Esa luz propia que saben tener las estrellas de verdad aunque no estén iluminadas por los focos.

Alfredo Tocildo
(Reportaje gráfico: Basabe)


EL RECORTE CCXLI
Muchas veces se ha dicho que en España a Sara no le han dado el homenaje que merece. Quizá sea cierto, pero sólo relativamente. No se le ha dado en su última época, pero una vida y una carrera tan dilatada.... En 1.991 varios organismos de relevancia nacional se unieron para dar, con motivo de la reposición de "La violetera", todo un homenajazo a la diva. Así lo relataba la revista Pronto en su número de 9 de Febrero de aquél año. 

CON MOTIVO DE LA REPOSICIÓN EN MADRID DE “LA VIOLETERA”
EMOTIVO HOMENAJE A
SARA MONTIEL

Gran cantidad de curiosos se agruparon en la madrileña calle de la Gran Vía días atrás para ver de cerca a una de las reinas del cine español de todos los tiempos: Sara Montiel. La artista manchega protagonizaba así su primera reaparición pública desde el accidente que tuvo en el Teatro Apolo de Madrid cuando realizaba su último espectáculo.
El motivo fue un homenaje a la figura de la estrella por parte de diversos organismos. Entre otros: la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Españolas, el Ministerio de Cultura, la Sociedad General de Autores y la Universidad Complutense de Madrid.
El acto, que culminó con la reposición de “La Violetera”, una de las películas míticas de Sara, contó con numeroso público, pero pocas caras conocidas. Uno de los primeros en llegar fue Moncho Borrajo, seguido de la actriz Claudia Gravy. Vicente Parra, gran amigo de la estrella, fue otro de los puntales. Después, en el patio de butacas pudimos ver a Jesús Gil y Gil acompañado de su esposa, el actor Antonio Ferrandis, la inevitable Cuquí Fierro, Esperanza Roy, Pitita Ridruejo, acompañada de su marido Mike Stilianopoulos; Rappel y Ketty Kaupman.
El homenaje fue presentado por María Teresa Campos, quién leyó unas palabras de Paco Umbral que no pudo acudir a la sala. A continuación Antonio Giménez Rico, director de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas Española entregó una placa a la actriz y le dio las gracias “por ser uno de los pocos mitos vivientes de España”. Luís Cobos, que acudió junto a Ángel, su guapa compañera, le hizo entrega de otra distinción en nombre de la Sociedad General de Autores. Sendas distinciones le fueron entregadas a la actriz también por Enrique Balmaseda en nombre del Ministerio de Cultura y por Antonio Martín de Iñón, presidente de Interflora.


La artista manchega con Luís Cobos, M.ª Teresa Campos y Antonio Giménez Rico, se mostró visiblemente emocionada. 

Personalidades y amigos de la actriz que no pudieron estar presentes mandaron a la estrella telegramas de felicitación. Entre éstos podemos citar el del alcalde de Campo de Criptana, Joaquín Fuentes Ballesteros; el del director de Televisión Española, Ramón Colón, y el de Gustavo Villapalos, rector de la Universidad Complutense. Pero el mejor homenaje se lo dio a Sara el público que había pagado su entrada para felicitarla y volverla a ver en “La Violetera”.
Gritos de “¡guapísima” o “¡es buena gente!” no cesaron en toda la noche.
Parte del espectáculo se desarrolló también en el patio de butacas, donde un travestí, que había acudido en compañía de varios amigos, parecía la doble perfecta de la cantante de Campo de Criptana, hubo gente que incluso les confundió. Como dato curioso, citar que todas las damas asistentes fueron obsequiadas con un ramito de violetas, mientras que los caballeros recibieron un puro.
Sara, visiblemente emocionada, apenas pudo articular palabra alguna. Se limitó a dar las gracias y a tocarse la garganta diciendo: “tengo el corazón aquí, no me sale nada”.

Texto: JULIAN S. LLATA
Fotos: JUAN J. PEREZ Y EUROPA PRESS


LA FOTO CCXLI


La diva en su film más exitoso: "La violetera". 

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