viernes, 24 de marzo de 2017

SINGRA - 17 al 23 de Mayo de 1.957 - Brasil


La diva aparece solo en la portada. 

EL RECORTE CCXL
'El último cuplé' llevó a Sara Montiel a los cines del mundo entero. Pero también a las portadas del mundo entero. En 1.987, cumpliendo los 30 años del legendario film, la estrella hacía memoria de algunos entresijos de la película y los beneficios que le reportó. Fue para los Domingos de ABC en su número de 10 de Mayo. 

SARA MONTIEL
LA NOSTALGIA DE UN CUPLÉ
Parece que fue ayer, pero ya han pasado treinta años desde aquella primavera en que en Madrid se estrenaba “El último cuplé”. Sin embargo, Sara Montiel sigue siendo un mito. Media España está enamorada de ella y fue la guapa chica que despertó los primeros sueños eróticos de los adolescentes de posguerra. Ahora vuelve a Madrid a cantar sus cuplés, y lo va a hacer el miércoles en Scala, con sus canciones de siempre. Son las cinco de la tarde. La eterna Sara Montiel, con traje de seda estampado de pantera, apura su “Montecristo”, pero sin tragarse el humo. Está guapa, muy guapa, con el pelo tirante hacia atrás y recogido en un moño. Sobre su frente, una cinta dorada del mismo tono que los zapatos. Un cuidado maquillaje resalta aún más sus pómulos, y las uñas hacen juego con el terciopelo del sofá donde estamos sentadas, rodeadas de obras de Solana, Palencia, Grau Sala, Ramón Casas, Fuster, Cuillat Valera, Eduardo Vicente… y hasta un par de cuadros de la propia Sara; uno tiene las nubes algo alborotadas –“es que en acuarela no se puede corregir”-. Desliza su lánguida mirada mientras abre y cierra las pestañas enormes de sus ojos, a veces miel, a veces verdes. Habla suavemente, castizamente, deslizando las palabras, arrastrándolas más bien. Es la suya una voz sensual, genial. Apenas gesticula y sus palabras salen de la boca como estrofas de cuplé. El erotismo de Sara es tan familiar, tan cotidiano…


-Este mes se cumplen treinta años del estreno de “El último cuplé”. ¿Sigue viva?
-Vivísima. Acabo de venir de Estados Unidos y allí la tienen como un clásico mundial del cine. Igual pasa en Francia.
-¿Y en España?
-Aquí está en todos los video-clubs, y se matan por comprarla o alquilarla.
-Y eso le emociona, claro.
-Y también me sorprende. Pero creo que ver “El último cuplé” es algo así como ver “Casablanca” o “Lo que el viento se llevó”, porque es un clásico de la historia del cine.
-Tanto que cada vez que se acuerda le entra nostalgia.
-Sí, pero es humano. Fueron unos años muy bonitos, aunque también fue una lucha titánica la que sostuve para hacer la película. No existían los medios de comunicación de ahora, pues hoy cualquiera canta, aunque no tenga voz; sólo con que sepa decir ‘A-E-I-O-U”, graba un disco. Pero sí, tuve mucha suerte.
-Y mucho éxito…
-Un éxito que nadie se esperaba. Yo era muy joven y creía que no había hecho nada, pero resulta que sí.
-Tanto que sus cuplés siguen tan vivos como el primer día…
-Es terrible, pero no puedo cambiar de repertorio, porque el público quiere las canciones de “La violetera” y “El último cuplé”. Si no canto “Nena” o “Fumando espero”, no veas la que se organiza.
Sin arrugas
-Y aquellos cuatro meses de rodaje a 250 pesetas diarias de dietas estarán cargados de anécdotas…
-Pues sí, y además muy divertidas. Como no había dinero para nada, las cosas se hacían a ciegas. Fíjate, me tenían que maquillar de mujer mayor de más de cincuenta años. Yo entonces tenía veintiséis. Bueno, pues me pusieron arrugas por la cara y el cuello, bolsas en los ojos… En fin, hecha una pena. Como no se podían ver las pruebas, cuando admiramos el resultado fue en la proyección. Y, francamente, estaba guapísima, sin ninguna arruga, pese al maquillaje.
-Sería el destino, Sara, que ya vaticinaba su magnífico cutis.
-¡Madre mía! Ahora tengo cincuenta años y para que me salgan arrugas me las tengo que pintar.
Hombres a patadas
-Y de repente vino la Columbia y usted firma por un veinte por ciento de las ganancias del disco…
-Me hice, nos hicimos millonarios en tres meses. Porque entonces sí se vendían discos. Pasé de no tener una “perra”, a millonaria y a hacer ricas hasta a las taquilleras de los cines, pues revendían las entradas. He tenido y tengo un público maravilloso, fiel, tanto masculino como femenino; es más, los jóvenes me conocen ahora a través del vídeo (Sara pronuncia video) y a los de cuarenta para adelante pues les sigo gustando, me quieren, me tienen aprecio.
-Media España está enamorada de usted, pero en aquellos tiempos del cuplé ¿qué hombres importantes le tiraron los tejos?
-Mira hija, me he tenido que quitar de encima a los hombres a patadas. Era terrible. No podía salir a la calle porque me acosaban. Yo sí he sido profeta en mi tierra. Pero también he tenido problemas. Cuando volví de América me había casado por lo civil con Anthony Mann y eso aquí era un pecado. Así me miraba la gente, como una pecadora, y era perseguida moral y físicamente.
-O sea, Sara, que no tuvo ningún pretendiente ministro…
-Conmigo no va la erótica del Poder. Pretendientes ministros no tuve, pero sí presidentes de Gobierno, como los de México o Rumanía.
-Y la picaresca que conlleva la censura ¿hacía que en aquellos tiempos se amase más?
-Se amaba de diferente forma, más escondida. Ahora, más que libertad, lo que hay es libertinaje. Yo en aquellos tiempos me sentía bien, no vivía en España, donde había que llevar una doble vida, porque con la censura había que desdoblarse…


Sara Montiel con Carmen Fuentes durante la entrevista mantenida en la casa que la artista posee en Madrid

Unos lazos
-Y quién fue el primero que le dijo: ‘¿Quieres ser mi novia?’
-Adolfo Wondosell, marqués de Arneva. Y me regaló unos lazos.
-Y lo de: ‘¿Quieres casarte conmigo?’
-Miguel Mihura. Él fue mi Pigmalión, me enseñó a leer, y, francamente, yo estaba enamorada, pero no nos casamos porque era muchísimo mayor que yo. Pero sí mantuvimos un amor platónico muy importante.
-Ha tenido usted tres maridos, montones de novios y amantes. Pero de todos, y quitando a Pepe Tous, que nos está escuchando, ¿quién fue el mejor? ¿De quién guarda estupendos recuerdos?
-De Tony Mann, mi primer marido. Mira, el día que nos divorciamos, aquí en Madrid, a la salida del Consulado americano, alguien nos preguntó: “¿Y dónde vais ahora?” “Pues a nuestra casa”, le contestamos. Porque incluso después de divorciarnos seguimos viviendo juntos hasta que él se marchó a Estados Unidos. Fue una persona maravillosa, de la que aprendí mucho.
-Terenci Moix, su amigo, dice que la lengua de Sara es como el guante de Gilda.
-Son las cosas de Terenci, que es un amor.
La bofetada
-¿Y no ha tenido nunca que quitarse el guante?
-Yo soy una mujer bastante deslizona, melosa, mimosa.
-Que jamás ha dado una bofetada a nadie.
-Sí, y algunas incluso con guante.
-Porque algunos hombres que sí merecen una buena bofetada.
-Por supuesto. Yo tuve que darle una a un señor desconocido que tocó donde no debía cuando me senté en sus rodillas en el teatro.
-Pero bueno, una bofetada de Sara Montiel es casi como un beso…
-No te creas, que aquélla fue un buen guantazo.
-¿Y Sara ha utilizado mucho este tipo de “caricias”?
-Eso es otra cosa. Una puede estar enamorada y pegarle a uno una bofetada por algo. Es una buena terapia para la reconciliación. Pero el amor “a bofetadas” no me va. Soy tremendamente mimosa. Claro que a lo mejor pego una bofetada de esas que apenas se nota, porque lo hago suavemente. Tuve un amor muy turbulento, con un italiano, que duró siete años. Él era celoso y yo no, y así no se puede vivir.
Vuelta al cine
-Planes para el futuro: ¿tiene muchos?
-Tantos que no sé por dónde empezar. Dentro de unos días actúo con un nuevo “show” en Madrid, en Scala. Con un popurrí de mis canciones y dos nuevos temas con letras y música mías, “Amante” y “Amores de mi soledad”. Después me voy a Las Palmas, más tarde iré unos veinte días a Brasil a hacer televisión, y luego las galas de verano por toda España. Pero siempre regresando a casa, porque no quiero dejar a mis hijos.
-¿Y de volver al cine qué?
-Televisión quiere que haga un filmado importante y que vuelva al cine, pero lo veo difícil. Yo dejé el cine hace unos años porque se hacían unas cosas muy raras. Y me fui al teatro musical, a viajar… Ahora quieren que vuelva, y estamos en conversaciones, y me imagino que si todo sale bien volveré a finales de año o comienzos del próximo. ¿Ilusión? ¡Claro que me hace! Es volver a mis raíces.
-¿Y con quién le gustaría volver?
-¡Ah!, eso no te lo puedo decir.
-Siempre trabajando, siempre cantando, siempre en la picota…
-¿Retirarme yo? Nunca. Tina Turner tiene cinco años menos que yo y ahí está… Las cincuentonas estamos de moda; sobre todo las que podemos cantar y dar la cara.


Soy “punky”
-Me habla usted de Tina Turner. ¿Se siente “punky” o “rockera”?
-¿Por qué no se va a ser “punky” a los cincuenta y tres años? A mí me gusta el “rock”. Adoro a Miguel Ríos, y no es precisamente un pipiolo. Tampoco Ramoncín tiene dieciséis años, y ya ves, sigue haciendo “rock”; no se va a poner ahora a cantar misa…
-¿Y Sara Montiel tiene alguna manía?
-Sí, soy muy maniática con la comida de mis hijos. Hago exactamente lo que me dice el pediatra. Para mí no soy maniática. Ahora, a mi edad, tendría que estar gorda y ya ves tengo un peso ideal con cincuenta y siete kilos, cosa que de jovencita no podía conseguir, porque tenía una enfermedad que me hacía estar redonda y se me iba todo acumulando en el culito, en… Sí, la enfermedad se me pasó, y aunque no he estado nunca esquelética, ahora procuro comer verduras y carnes asadas.
-¿Prepara usted cocina científica (todo muy pesadito) o cocina por teléfono? (pedir ayuda a quien lo sabe hacer).
-No, yo preparo “cocina a ojo”, y hago un arroz pobre de “depende”, de depende de lo que haya sobrado, que le doy el punto exacto. No me preguntes cómo lo hago porque es algo muy mío.
-Pero sí tendrá una receta especial para invitados…
-La pata de cordero al champaña. Es un invento mío, y se hace añadiendo las copas de champaña poco a poco.
Al champaña
-Debe ser éste un menú casi afrodisíaco…
-No creo en esas cosas. Todo depende de la compañía. Si ésta no te estimula…
-O sea, que le va eso de “contigo pan y cebolla”.
-No, hija, lo prefiero todo regadito con champaña; al menos no pica los ojos.
-¿Y Sara sigue la moda y a los diseñadores españoles?
-No, porque soy anárquica, y depende de cómo me sienta para vestirme de una manera o de otra. Para mí no existe la moda. En verano me cuelgo unas faldas transparentes y unos collares exóticos y a correr.
-En más de una ocasión ha dicho que le gustaría para España un socialismo democrático, con justicia y libertad. ¿Cómo el que tenemos?
-Bueno, llevan poco tiempo, y el mundo no se hizo en cuatro días. Me gusta la libertad y la democracia y para mí los Reyes son intocables. Y lo han sido desde siempre. Fíjate, cuando me casé por segunda vez, en Roma, el ramo de novia lo dejé en la tumba de Don Alfonso XIII. Y fui muy criticada.
Ahora prepara el vestuario para su actuación en Madrid. “Sara en Scala” es el título del espectáculo, que hará reír a unos, soñar a otros y llorar de emoción a muchos: a toda aquella generación de “carrozas” que estuvieron y siguen aún enamorados del cuplé y de Sara Montiel.

Por Carmen FUENTES


LA FOTO CCXL

Inolvidable escena de "El último cuplé".


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