jueves, 26 de diciembre de 2024

LECTURAS - 17 de abril de 2013 - España


Luís Pliego

Director

Sara vuelve al firmamento

“Le prometí a mi madre que no sería nunca ni una fulana ni una borracha. Sólo cumplí lo segundo, porque debo reconocer que siempre he sido un poco casquivana”, me dijo Sara Montiel la última vez que la entrevisté. La gran diva del cine español había cumplido 75 años y acababa de publicar un tomo de memorias sexuales que levantó bastante polémica. Sara siempre tuvo claro que cuando dejan de hablar de ti se muere un poco. Por eso fue muy generosa cuando le pedí que me diera un buen titular. “Pon que a mi edad todavía aprendo cosas del sexo”, me contestó, consciente de que así conseguiría más espacio en el periódico en el que yo trabajaba entonces. Con la noticia de su muerte, seguiremos hablando de ella y le rendiremos los homenajes que quizá ya debería haber recibido porque Sara ha vuelto a su lugar natural: el firmamento.


SARA MONTIEL

MUERE A LOS 85 AÑOS

Lágrimas por una gran estrella

Sus hijos, Thais y Zeus, recibieron el cariño de muchos amigos de la actriz manchega que acudieron al tanatorio a despedirla

Vivió brillando como una gran estrella. Y se fue tranquila, sin poder despedirse de nadie, pero cerca, muy cerca de los suyos. Sara Montiel moría el lunes 8 de abril en su casa de Madrid a los 85 años. Por la mañana, mientras el sol brillaba en la capital, su corazón se apagaba para siempre en brazos de su hija, Thais, y la noticia corría como la pólvora. Había  muerto la gran diva del cine español y todos querían decirle adiós. Amigos, familia y admiradores no tardaron en desfilar por la capilla ardiente del tanatorio de San Isidro. No pudieron ver a Sara, ya que por expreso deseo de la actriz su cuerpo no iba a ser expuesto, pero todos le dijeron adiós. Emocionadas vimos a Marujita Díaz, Norma Duval, Encarnita Polo, Loles León y Conchita Bautista, que recordaba la amistad que la unía a Sara: “Éramos amigas. Se nos ha ido una estrella. Me quedo con el cariño que siempre me ha tenido”, decía. Una de las primeras en llegar fue Natalia Figueroa con su nuera, Amelia Bono, que dieron el pésame a los hijos de la actriz en nombre de Raphael, de gira. Bibiana Fernández recordó con un punto de humor la figura de Sara. “Era muy coqueta, yo me he maquillado en su honor”, dijo la actriz. “Aquí venimos a reírla”, añadió Loles León. Y entre todos, sus hijos, Zeus (29) y Thais (34), que destrozada no logró mediar palabra. Sí lo hizo Zeus, agradeciendo a todos el cariño recibido. “Espero que todo el mundo se lleve un buen recuerdo de mi madre”, dijo.

UNA HERENCIA INCIERTA

Ahora les toca seguir solos, sin mamá. Por el momento, algunos han apuntado ya que Sara Montiel ha muerto arruinada. Se contaba que llegó a tener una casa en cada manzana del barrio de Salamanca de Madrid, pero que tantos años sin trabajar y la crisis la obligaron a deshacerse de todo. Quizás hoy sus hijos no vayan a heredar más que deudas. Con el tiempo se verá.

Por S.Quiroga

 

SARA MONTIEL

Vivió, soñó y fue libre

Con la marcha de la actriz desaparece una de las grandes leyendas del cine universal

por Bob Pop


“Yo tengo mucho miedo a la muerte y solo el pensar que puedo reencarnarme me consuela. He amado y sigo amando los amaneceres, los paseos por las calles desiertas, el perfume de las flores o el verdor diverso de las plantas. He gozado acariciando rocas y hombres, bañándome en cualquier mar o sintiendo en mi piel un placer sensual. ¿Cómo pensar que todo eso se acaba, se corta, se rompe cuando uno muere?”

Sara Montiel en sus ‘MEMORIAS’ publicadas en LECTURAS


Cómo pensar que todo eso se acaba, se corta, se rompe cuando uno muere?” decía Sara Montiel en el primer capítulo de sus Memorias, publicadas por LECTURAS EN 1983. Fue hace 30 años, cuando la actriz visitaba la redacción barcelonesa de esta revista para contarle su historia al maestro del periodismo José Martí Gómez, que durante 25 semanas fue escribiendo los recuerdos de una mujer que, entonces, aún necesitaba demostrarse algo: “Ser una actriz de teatro dramático. Y lo seré. Por la memoria de León Felipe”. Así terminaban ‘Las memorias de Sara Montiel’. Y sin haber aprobado esa asignatura ha acabado, a los 85 años, su vida. Hoy, ese logro no es tan importante, porque Sara consiguió casi todo lo que se propuso y vivió a su manera: “Me juré no tener ningún amo; ser pájaro libre, y lo he cumplido”.

María Antonia Abad, nacida el 10 de marzo de 1928 en un lugar humilde de Campo de Criptana (Ciudad Real) fue tan libre como para vivir todas las vidas posibles, como para hacerse un nombre en la historia del cine –Sara, por la bíblica esposa de Abraham y Montiel por la tierra que la vio nacer- y poner a grandes hombres a sus pies. Literalmente: el dramaturgo Miguel Mihura adoraba verla caminar descalza por su casa, aunque prefirió sacrificar ese deleite por el futuro de Sara. Fue el escritor quien la empujó a viajar a México, donde conocería al poeta León Felipe, el hombre que la llamaba “pies bonitos”, y que se encargaría de educarla y protegerla al otro lado del océano.


La actriz aprendió a cantar en un colegio de monjas de Alicante y debutó en el cine con 16 años.


Sara nació en 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real). En la foto con 14 años en el Retiro (Madrid).

DE MÉXICO A HOLLYWOOD

Sara Montiel llegó a México tras una breve carrera cinematográfica en España y en el país norteamericano se consagró como una estrella en más de una decena de películas antes de dar el salto a Hollywood en 1954 donde rodaría ‘Veracruz’, con Gary Cooper y Burt Lancaster y ‘Serenade’ (1956), dirigida por Anthony Mann, que se convertiría en su primer marido. Durante este rodaje entabló amistad con Liz Taylor y James Dean, que filmaban ‘Gigante’ en el plató contiguo. “¿Qué sientes cuando amas?”, le preguntó un día Sara a James Dean. “Que estoy vivo”, respondió él. 


En 'Pecado de amor', rodada en 1961, interpretaba a sor Belén, una monja que había sido cabaretera.


Se convirtió en un mito erótico tras rodar 'El último cuplé' en 1957.


Su foto con James Dean es la última del actor antes de su muerte.


Sara fue muy amiga de la hija de Alfred Hitchock, Patricia.


'Varietés', rodada en 1971, fue su penúltima película. Tres años después, Sara abandonó el cine.


Con Gary Cooper rodó 'Veracruz', aunque en el rodaje se hizo muy amiga de Burt Lancaster.


Sara Montiel ha sido portada de Lecturas en numerosas ocasiones. Su belleza, la sensualidad de su voz y su cuerpo, la convirtieron en el mito erótico de una España ahogada por el franquismo.

“EL ÚLTIMO CUPLÉ”

“Será el éxito de una mujer”, aseguró Lola Flores tras el estreno de ‘El último cuplé’. 1957 en España tiene un nombre: Sara Montiel”, decía el telegrama del director Juan de Orduña que llegó a la mansión que Sara Montiel compartía con Anthony Mann en Hollywood. “En la misma calle en la que vivíamos Tony y yo residían muchos famosos: Joan Collins, Bárbara Stanwwyck, Mel Ferrer y Audrey Hepburn…”recordaba Sara años más tarde a propósito de su vida en Hollywood. Una vida doméstica sobre la que la manchega, años más tarde, ilustraría a su amigo Terenci Moix con una historia desternillante que el escritor relataba siempre que tenía ocasión, tal como hoy  aún recuerda su gran amigo Boris Izaguirre. Contaba Terenci que rememoraba Sara: “Teníamos una muchacha hebrea en el servicio. Una muchacha que cantaba maravillosamente y que nos tenía enamorados con su voz. Un día me acerqué a ella y le pregunté: ‘Muchacha hebrea, ¿qué canción es esa tan hermosa que cantas?’ y ella me respondió: ‘Es una canción que he compuesto yo, señora, se llama ‘People’.” “¡Sí!” –remataba Terenci en éxtasis- “según Sara, esa muchacha hebrea sería después conocida como Barbra Streissand”.


Sara le robó el corazón a hombres como Severo Ochoa, Miguel Mihura o Mario Camus. 

LA MEJOR PAGADA DEL MUNDO

Sara regresó a España, tras el enorme éxito de ‘El último cuplé’, se convirtió en la actriz mejor pagada del mundo (un millón de dólares por película), se separó de Anthony Mann y se volvió a casar con José Vicente Ramírez Olalla, ‘Chente’, un matrimonio que apenas duró dos meses.

Tras numerosos éxitos en España, Sara abandonó el cine en 1973 tras ‘Cinco almohadas para una noche’, una película que anunciaba el tímido inicio de la moda del ‘destape’ y de la que Sara no se sentía especialmente orgullosa, si bien hay algo de aquel filme que no olvidaría jamás: “El sonido de la última claqueta siempre se queda grabado en el corazón”. 


Sara y su tercer marido, Pepe Tous, en 1985 junto a los dos hijos que adoptaron: Thais y Zeus.


Su primer marido, Anthony Mann, la esperaba en el aeropuerto de Madrid en 1960.


En 1964 con 'Chente', su segundo marido.


En 2002 se casó con el cubano Tony Hernández.

LA FELICIDAD CON PEPE TOUS

En 1979, tras diez años de convivencia con Pepe Tous y después de haber adoptado a su primera hija, Thais (1979), Sara Montiel y Pepe Tous se casaron. Cuatro años más tarde, en 1983, adoptarían a su segundo hijo, Zeus. Durante esos años de armonía, Sara se entregaría al teatro y a la televisión como protagonista de espectáculos musicales donde seguiría inventando una voz personal, y desgranando sus historias de Hollywood. Todo cambió en 1992 con el fallecimiento de Pepe Tous. Todo había cambiado a su alrededor, y Sara no lo supo hasta entonces, cuando no tuvo más remedio que enfrentarse a un mundo del que Tous siempre la había protegido.


Impuso sus reglas a los fotógrafos para ser retratada sin arrugas.


En 1974 recibió un emotivo homenaje en Campo de Criptana y lució una imagen muy manchega.

INVENTOS, SUEÑOS, VIDA´

“Pero, ¿qué invento es esto?”, fue la frase antológica que pronunció Sara a las puertas del registro civil la misma mañana de su boda con Tony Hernández, en el otoño de 2002. Una frase icónica que, más allá de las chanzas que provocó, podría ser la pregunta perfecta para responder a Sara: “Sara, ese invento eres tú. Y tú, Sara Montiel has sido un invento maravilloso”.

Tras su muerte, en su casa por la mañana, tranquila y en brazos de su hija Thais, desaparece la narradora que mejor supo inventar su propia historia, la Sherezade que nos tuvo hechizados con sus recreaciones, la mujer que ya no podrá contarse y que, allá donde esté ahora, reencarnada como ella quería o quién sabe cómo, no tendrá que enfrentarse a las historias de otros sobre ella.


Participó como reina mora en la fiesta de la Virgen del Esclavo, en la Isla de Tabarca (Alicante).


Sara era una mujer coqueta. Cuidaba su imagen y nunca salía a la calle sin maquillar.

“A veces me digo a mí misma: ¡Qué tontos, qué inmensamente tontos hemos sido todos dejando que nos destruyesen todo un mundo de sueños!” (‘Las memorias de Sara Montiel’, publicadas por LECTURAS a lo largo de 1983).

 

Fotos: Archivo



EL RECORTE CCCLXXIX

Lo cierto es que, desde que la diva falleciera, no ha habido año que con algún u otro motivo, alguna revista haya recogido algún reportaje dedicado a ella. En este caso, la revista Lecturas, 15 de abril de 2020, hacía un recorrido por los hombres de Sara. 



Sara Montiel nació en 1928 en Campo de Criptana (Ciudad Real) en el seno de una familia humilde. No pudo tener estudios, pero con el tiempo se convirtió en la primera española en triunfar en Hollywood. Falleció el 8 de abril de 2013 por una insuficiencia cardíaca.

SE CUMPLEN SIETE AÑOS DE SU MUERTE

Lo que Sara nunca contó de sus grandes pasiones

Años antes de morir, la diva se sentó con Lecturas para relatar sus memorias y destapar los secretos de alcoba de sus amantes, como James Dean o Gary Cooper


Aprendió a leer a los 16, dos años antes de debutar en el cine.


Sara fue descubierta por el escritor Miguel Mihura, el hombre que la enseñó a leer y que, pese a tener 24 años más, fue su primer amante. "Los chicos de mi edad me parecían mocosos", dijo.

El 8 de abril se cumplen siete años de la muerte de la irrepetible Sara Montiel. El que fuera el rostro más bello del cine español se fue a los 85 años reconvertida en la diva gay más transgresora. Fue una superviviente desde su nacimiento en 1928 en el seno de una familia pobre. Cuando su madre supo que estaba embarazada de ella se vio obligada a abortar, pero no sabía que esperaba gemelos. Solo le quitaron una placenta y la actriz se salvó. Que Antonia Abad –así la bautizaron- naciera fue un milagro. Quizá por esto, su filosofía de vida siempre fue reírse de todo.


Sara se estrenó en Hollywood con la película 'Veracruz' (1954), protagonizada por Gary Cooper, con quien tuvo un romance.


'Yuma' (1957) fue una de las producciones americanas más célebres de Sara. En ella, interpretaba a una india muy sensual y soñadora. En el reparto, la acompañaron Rod Steiger y Charles Bronson.


Sara pudo haber muerto en el accidente que le costó la vida a James Dean. "Habíamos quedado en hacer juntos el viaje", contó. Esta fotografía es de dos días antes de la tragedia.

ADELANTADA A SU ÉPOCA

Su belleza hipnótica la convirtió en icono sexual. Su mérito fue inmenso cuando debutó en el cine. Miguel Mihura le había enseñado a leer muy poco antes, a los 16 años. El escritor fue su primer amor. Sara hablaba de él con mucha pasión. “Fue el hombre que me hizo mujer, le volvía loco en la cama y lo dejaba como un trapo”, confesó. En 1950, dio el salto a México y, tras rodar trece largometrajes, desembarcó en Hollywood para gran preocupación de su madre. “Le dije: ‘No te preocupes, tu hija no va a ser ni borracha ni puta. No he sido borracha, y lo otro… bueno, un poquito solo”, afirmaba entre risas. La Montiel fue muy sexual, una mujer adelantada a su época. Su carácter indomable conquistó a los hombres más atractivos, también a los más cultos. Fue el caso del Nobel Severo Ochoa, con el que vivió una pasión clandestina porque él estaba casado. “Él fue sexo, me gustó nada más verlo”, afirmó para disgusto de algunos. En 1953, mantuvo un tórrido idilio con Hemingway en Cuba. Él fue el responsable de la afición de Saritísima a los cigarros habanos. “Sentí una mezcla de admiración y deseo sexual. Me llevó a su casa e hicimos el amor”, confesaba.


Sara se casó en cuatro ocasiones. Solo renegaría de su segundo marido, un industrial español con el que solo duró dos meses.

CONQUISTÓ HOLLYWOOD

Sara Montiel fue la primera actriz española en triunfar en Hollywood y llegó a ser la mejor pagada al firmar un contrato de un millón de dólares tras el éxito de taquilla de ‘La violetera’. En 1954, rodó ‘Veracruz’ con Burt Lancaster y Gary Cooper, con el que mantuvo un apasionado romance. “Hicimos el amor sin amarnos, pero deseando el contacto físico intensamente”, relató a LECTURAS. Su romance con James Dean marcó a Sara. El actor posaba con ella en la última foto que se hizo antes de morir. “Hicimos el amor. Dos días después se mató”, afirmó para estupor de algunos que, por la comentada homosexualidad del actor, veían imposible aquel romance. 


Su primer marido fue el director de cine Anthony Mann que la dirigió en 'Serenade'. Estuvieron seis años juntos.


En 1964, se casó con el industrial José Vicente Ramírez Olalla. Duraron dos meses. "Fue un error. Quería que dejara mi carrera", dijo Sara de él.

CUATRO MATRIMONIOS

Sara Montiel fue la más deseada. Fue muy libre y vivió el amor como quiso. Dio el ‘sí, quiero’ cuatro veces. Athony Mann fue su primer marido. Se enamoró locamente de ella y se casaron en 1957. Tras seis años de amor, aquello terminó. José Vicente Ramírez García-Olalla, con el que se casó en 1964, fue el único hombre del que ella no quería hablar. Su matrimonio apenas duró dos meses. “Fue un error. Quería que dejara mi carrera”, confesaba con rabia. El gran amor de su vida llegaría con Pepe Tous. Tras diez años de noviazgo, se casaron en 1979. Cuatro años antes se había retirado del cine y confesaba que el destape le parecía vulgar. Esos años se dedicó a la música y formó una familia. Tous y Sara adoptaron a sus hijos Thais y Zeus y fueron muy felices hasta que la muerte de Pepe, en 1992, los separó. Una profunda tristeza invadió a la actriz. La Montiel no pudo tener hijos biológicos. Fue uno de sus grandes sufrimientos, que afrontó con su sentido del humor característico. A los 70 años, declaró con ironía: “Hasta ahora he tenido once abortos”.


Fue amante del premio Nobel Severo Ochoa, que estaba casado, y de Hemingway, que la aficionó a los habanos.

Y LLEGÓ EL ESCÁNDALO

El escándalo llegó a su vida cuando conoció al cubano Tony Hernández, con el que se casó en 2002 –ella tenía 74 años y él 36-. Descubiertos por la prensa tras organizar una boda semiclandestina en el ayuntamiento de Majadahonda, Sara pronunció su mítica frase: “Pero ¿qué invento es esto?”. Pretendía pasar desapercibida, entre otras cosas, para que nadie pudiera boicotear el enlace. No pudo ser, y la polémica fue brutal. Fueron momentos muy tristes para ella. Sus hijos no aceptaron esa relación. Y Sara sufrió lo indecible. A los 9 meses del enlace, presentó la demanda de divorcio. No podía soportar estar lejos de Zeus y Thais. La manchega universal no volvió a enamorarse, aunque vivió la vida con una intensidad que quemaba. Sara Montiel fue pura leyenda y pasión hasta el final. 


Encontró la estabilidad con el empresario y periodista mallorquín Pepe Tous. Se casaron en 1979, tras diez años de noviazgo, y adoptaron a Thais y Zeus. Pepe murió en 1992.


Boda bajo sospecha. 
*38 años de diferencia. A Tony Hernández no le importaba la edad de Sara Montiel porque era su ídolo desde niño.
*Reproches en los platós. Los rumores de montaje asediaron aquel breve matrimonio. Tras el divorcio, recorrieron los platós cruzando ataques.


Sara finiquitó su polémico matrimonio con Tony Hernández a los nueve meses porque Zeus (37) y Thais (41) no lo aprobaban, y no soportaba estar lejos de sus hijos. 

Por Martina Ataun

Fotos: Agencias



LA FOTO CCCLXXIX


Con la sonrisa de Sara nos despedimos hasta 2028 (DM) para celebrar el centenario del nacimiento de la diva. 

viernes, 13 de diciembre de 2024

ACTUAL - 26 de noviembre de 2000 - España


Sara

lo cuenta todo

La actriz y cantante manchega descubre el relato completo de su vida en las memorias tituladas “Vivir es un placer”

MIGUEL VICENS. Palma


Sara Montiel y su hija vestidas de payesas mallorquinas en una imagen de 1980.

Sara Montiel ha hecho memoria y el escritor Pedro Manuel Víllora ha prestado su pluma y oficio a la artista manchega. El resultado del ejercicio se llama Vivir es un placer, acaba de salir a la calle y es un libro publicado por la editorial Plaza&Janés, una biografía que se lee como una novela trepidante y por la cual desfilan relevantes actores, escritores, artistas, científicos, intelectuales y políticos.

Sara Montiel se desnuda en 416 páginas, descubre con reflexiones, opiniones y anécdotas cada episodio y circunstancia histórica que le ha tocado vivir, desde su nacimiento en Campo de Criptana hasta la muerte de su último marido, el mallorquín Pepe Tous, y los difíciles años que vivió después del suceso; desde su triunfo cinematográfico hasta su relación con Franco y el franquismo; desde la historia de los hombres a los que amó hasta su vida en Mallorca.

La obra es un friso de notables en el que junto a la actriz y cantante aparecen pintores como Dalí, Miró, a quien visitó con frecuencia en Son Abrines, Tàpies, Diego Rivera o Frida Kahlo; escritores como León Felipe, que se enamoró perdidamente de Sara y fue su mentor intelectual, Octavio Paz, Rafael Alberti, Arthur Miller o Ernest Hemingway, que le enseñó a fumar y con quien tuvo un romance tan breve como apasionado e intenso; estrellas españolas como Imperio Argentina, María Félix, Amparo Rivelles, Dolores del Río, Fernando Fernán Gómez o Jorge Mistral; y mitos de Hollywood como su primer marido, Anthony Mann, Cary Grant, Burt Lancaster, Ava Gardner, Greta Garbo, Marlene Dietrich, Alfred Hitchcock, Clark Gable, Marilyn Monroe, James Dean o Gary Cooper, con quien desmiente el romance que se le atribuye. “Si hubiese querido hubiese hecho el amor con Gay Cooper, pero no quise”, relata.

En el centro del friso Sara Montiel ha querido colocar a su madre, a quien quiere rendir tributo con el libro. “Estas memorias y esa vida, mi vida, están dedicadas a la persona que me ha acompañado siempre y a quien más he amado: mi madre”.

En su biografía, la actriz y cantante descubre lo que ha admirado de los hombres a los que ha amado. “Eso se lo habré dicho a mi madre ochenta y ocho mil veces”, cuenta. “Y yo soy igual que ella: tengo que enamorarme del hombre para poder estar con él. Y de un hombre me enamoro si lo admiro primero, pero no por su físico, porque he estado con hombres que físicamente no valían nada, como Miguel Mihura. También ha habido excepciones, como Severo Ochoa, que era impresionante, pero aun así me llevaba veintitrés años, con lo cual me doblaba la edad. Los hombres que a mí me han gustado han sido mayores e inteligentes. (…) Tenía clarísimo que yo no hablaba con un tonto o mediocre. Siempre me he fijado en la cabeza, en el talento, y tengo que admirar a la persona tanto para el amor como para la amistad. A mis amigos los tengo que admirar”, manifiesta.



Entre los romances de la actriz llama la atención el que mantuvo con Severo Ochoa, porque hasta el momento era un episodio intuido sólo por algunas personas próximas a su entorno y desconocido por la mayoría del público. A esa relación apasionada, intensa y clandestina el libro dedica dos de los veintisiete capítulos.

“Al amor de mi vida lo conocí en Nueva York en 1951. Muy poca gente lo supo entonces y a muy poca gente se lo he dicho después. Es algo que siempre he creído conveniente que permaneciera oculto. Nadie se habría visto beneficiado de haberse sabido esta historia, y en cambio había una tercera persona a quien se le habría dañado cruelmente y sin necesidad. Una mujer a la que siempre he respetado y que no merecía sufrir por mi causa”.

“Luego, cuando esta mujer falleció, lo sentí mucho, porque había sido una excelente compañera y él quedó muy triste y solo sin ella. Ninguno de ellos vive ya, y es ahora cuando puedo contarlo, porque mi vida estaría incompleta sin él”, justifica.

El relato de Sara Montiel se mezcla con momentos importantes de la historia que la autora recuerda a su manera, como testigo circunstancial de los hechos. Así cuando habla del “amor de su vida” comenta: “En 1959, yo estaba haciendo Carmen la de Ronda cuando supe que a Severo Ochoa le habían dado el Premio Nobel de Fisiología y Medicina gracias a sus investigaciones sobre aquellas enzimas de las que tanto me había hablado”. En otro pasaje de las memorias afirma: “Conocí a Castro y supe que algo se estaba preparando en Cuba, algo grave, y que Cuba iba a cambiar. Lo que no podía saber es que iba a cambiar tanto. Por eso no he vuelto ni quiero volver”.

El autor de Por quién doblan las campanas también se enamoró perdidamente de la protagonista de El último cuplé. Sara Montiel llamaba a Ernest Hemingway simplemente Ernesto. “En casa de los Gómez Mena conocí a Ernest Hemingway”, relata. “Y aunque yo estaba con Severo, Ernesto y yo estuvimos juntos una vez. Sin embargo, no se puede decir que por eso engañase a Severo, porque yo no estuve con Ernesto por amor. Mi amor era para Severo; por Ernesto sólo sentí una mezcla de deseo sexual y admiración”, justifica.

En una fiesta del 18 de julio, Sara Montiel y Anthony Mann fueron invitados por Franco junto a otras personalidades al acto conmemorativo que se celebró en el palacio de La Granja. “Franco me vio de lejos y me dijo: Venga usted, violeterilla; venga usted aquí”, mientras el director norteamericano sufría un ‘oloroso’ ataque de gastroenteritis.

“En aquel mundo labré mi carrera y aquel mundo quiso aprovecharse de mí”, narra la actriz. “Franco me utilizó. Cuando mis películas se convirtieron en auténticos bombazos en la Unión Soviética y sus países satélites, me mandaron a Rusia y a Rumanía. A Rusia fui a cambio de petróleo y a Rumanía a cambio de madera”.



Por los años de matrimonio con Pepe Tous y las amistades que mantiene en la isla, Mallorca tiene una importante presencia en las memorias de Sara Montiel. “Hice amistad con María Dolores Miró, hija de Joan Miró. Y tengo otros cuatro amigos más en Palma: mis titis María Serra del Foro, María Antonia Masanet y Maruja García Nicolau, que fue Miss Europa en 1962; y no puedo olvidarme de mi querido Jaume Matas –subraya la actriz-, el actual ministro de Medio Ambiente, que siempre me prestó su apoyo incondicional. Son íntimos míos de verdad: los he tenido cuando los he necesitado y han estado totalmente abiertos a mí y yo a ellos”.

Sin embargo, la relación de Sara Montiel con la isla ha tenido también momentos no tan agradables. “Cuando nos unimos, la sociedad de Palma le dio de lado a Pepe. Pepín Tous era el soltero de oro, un buen partido, y le reprocharon que se emparejase con una mujer casada. Incluso me acusaron de arrimarme a él por su dinero”, recuerda la actriz.

 

FRAGMENTOS DEL CAPÍTULO XXVII DEL LIBRO

“VIVIR ES UN PLACER” (PLAZA&JANÉS)

La vida con Pepe y sin Pepe

La vida con Pepe Tous funcionó de maravilla, porque había una química estupenda. Tal vez no tanta como con Giancarlo, pero sí de otra manera. Pero él era un hombre que se enamoró de Antonia. Sara Montiel no le interesaba para nada.

Pepe no era admirador mío. La única película que realmente le gustaba de las que había hecho era El último cuplé; un poco también La violetera. Ya con él hice Varietés, y esa sí le agradó mucho, porque hablaba del mundo que conocía bien. Pero, en general, a él le gustaba un tipo de cine más intelectual y menos romántico. Y si le gustó El último cuplé no fue por mí, sino porque independientemente de mi actuación había un gran trabajo de Juan de Orduña, que había sabido hacer una película espléndida.

Cuando lo conocí, él todavía dirigía su periódico, Última Hora, que salía desde 1892. Vivía en el ático del mismo edificio, en un piso que había arreglado para casarse con la novia que tenía, y cada mañana, a las siete, bajaba a la redacción; y no subía hasta las tres y media o cuatro de la tarde. Por su trabajo no quería venirse a vivir a Madrid, así que fui yo quien se sacrificó para vivir con él, en lugar de sacrificarse él para vivir conmigo. Ahora bien, esto fue algo que yo comprendí sin necesidad de hablarlo. En ningún momento me dijo que, o vivía en Madrid, o me quedaba en Palma.


Sara Montiel, Pepe Tous y los hijos de la pareja, Thais y Zeus.

También tenía una sala de fiesta desde 1965, Tagomago. Luego la vendió y compró otra que se llamaba Rosales. A esas salas llevaba a los mejores artistas del momento. Y viajaba mucho a Milán para asistir a la ópera, y al Liceo para contratar artistas cuando en febrero terminaba la temporada operística de Barcelona.

Además tenía tres cines, y prácticamente sólo conocía Madrid de venir a hacer los contratos con los distribuidores. Donde realmente había hecho vida había sido en Barcelona.

(…)

Al no vivir en Madrid dejaba de estar en el ambiente. Así me fui retirando un poco, pero él se dio cuenta. Entendió que me iba quedando aislada y que su ligazón con el periódico nos impedía determinadas libertades. Por eso lo vendió en 1977, aunque quedándose con un tercio de las acciones. Entonces ya pudimos viajar juntos, ir de un sitio a otro…

(…)

Con Pepe tuve varios abortos, y decidimos adoptar. Hicimos solicitudes en muchísimos sitios, y en febrero de 1979, cuando me había quedado nuevamente embarazada, nos llamaron de Brasil. Muy poquito antes, en 1978, recibí la anulación de mi matrimonio, con lo cual volvía a estar soltera después de catorce años. Hasta entonces pensábamos en adoptar sólo bajo su nombre, pero ahora ya pude hacerlo bajo el mío. De nada habría servido que nos hubiésemos casado de inmediato, porque la ley brasileña impedía la adopción a las parejas que llevasen casados menos de cinco años; en cambio, los solteros podíamos hacerlo.

Con el nuevo aborto apenas ocurrido, vi nacer a mi hija. Estuve en el parto, le di el primer baño y el primer biberón, y le di mis apellidos: Tahis Abad Fernández, hija de la madre soltera Antonia Abad Fernández. El 30 de julio ya nos casamos, y entonces Pepe le dio sus apellidos, reconociéndola como hija.

(…)

Durante dos años vivimos encima del periódico. En 1972 compramos la casa de Na Burguesa, donde estuvimos hasta el 1988, en que bajamos al Paseo Marítimo porque el colegio quedaba demasiado lejos y, además, los amigos de mis hijos no subían hasta allí porque los padres no se atrevían a llevarlos en coche, y es que había una carretera con un kilómetro de curvas peligrosas.

Cuando nos unimos, la sociedad de Palma le dio de lado a Pepe. Pepín Tous era el soltero de oro, un buen partido, y le reprocharon que se emparejase con una mujer casada. Incluso me acusaron de arrimarme a él por su dinero.

(…)

Luego hice amistad con una persona maravillosa, que es María Dolores Miró, la hija de Joan Miró; y al mismo tiempo con la tía María Luisa, una admiradora que fue a visitarme con dos sobrinos pequeños y quedamos como amigas. Y tengo otros cuatro amigos más en Palma: mis titis María Serra del Foro, María Antonia Masanet y Maruja García Nicolau, que fue Miss Europa en 1962; y no puedo olvidarme de mi querido Jaime Matas, el actual ministro de Medio Ambiente, que siempre me prestó su apoyo incondicional. Son íntimos míos de verdad: los he tenido cuando los he necesitado y han estado totalmente abiertos a mí, y yo a ellos.

A Pepe ese rechazo no le hizo mella alguna. Él era muy educado, muy buena gente y estupendo, pero para eso le importaba la gente tres bledos.

Pepe era un hombre muy libre en vestir. Le gustaban las camisas de muchos colores. Era tan alegre que parecía más ibicenco que palmesano.

Se preocupó mucho por mi imagen. Me asesoraba, me daba consejos sobre lo que tenía que cantar y lo que tenía que ponerme. Como él viajaba mucho a Miami y Milán, me compraba muchos vestidos que, sin verlos yo, me venían perfectos y eran todos preciosos: para actuar, para vestir, para la calle…

Él se encargó de todo conmigo: la publicidad, la prensa, el teatro… Fue para mí un empresario perfecto; disfrutaba y además ganábamos mucho dinero juntos.


Quería que volviese al cine, pero después de Cinco almohadas para una noche y tras la muerte de Franco me negué, porque el cine de los años setenta era horrible. Me ofrecían muchísimo dinero por no hacer nada más que enseñar los pechos en la pantalla, pero eso no era el cine para mí.

(…)

Él impulsó mi carrera musical. Si después de dejar el cine he seguido veinticinco años manteniendo mi nombre, ha sido gracias a él. Me puso a trabajar sin parar sobre el escenario. Me preparaba los espectáculos, las orquestas… La segunda parte de mi vida artística, al dejar el cine, se la debo a él.

Jamás tuvimos una crisis, tal vez porque fuimos el uno al otro cuando ya no éramos niños, sino con una edad suficiente para saber en qué consiste la vida en común.

Pepe y yo contrajimos matrimonio para darle un apellido a Thais. Él tenía mucho sentido de la familia, y a mí me pareció bien legalizar nuestra situación. Pero el día de la ceremonia llegó sin que yo me enterase.

Llevaba tanto tiempo viviendo con Pepe y levantándome de la cama a su lado a las diez de la mañana, que el 30 de julio amaneció para mí como otro día cualquiera. Pepe se levantó, fue al cuarto de baño y permaneció allí mucho rato.

-¿Adónde vas?

-Al Teatro Balear, amor; a dejarlo todo preparado.

Me bajan el desayuno, cojo a la niña y nos vamos a la piscina. Se hacen las dos, las tres de la tarde, y a las cuatro seguía en la piscina. De pronto, salen Antonia y la señora Bárbara:

-Señora, que es muy tarde ya. ¿Cuándo se va a arreglar?

-¿Cómo que cuándo me voy a arreglar? No creo que el señor venga ya a comer.

-Pero señora que son las cuatro y a las seis tiene que irse usted a casarse.

Se me había olvidado totalmente. Recogí la ropa de la niña, la mía, me fui a la peluquería, porque tenía todo el pelo mojado. Me vestí y me maquillé allí como pude, y, por supuesto, llegué tarde.

Hacía un calor espantoso, y estaban todos los invitados esperándome en el palacio de justicia.

-Ya pensábamos que te habías arrepentido –me dijeron cuando llegué.

El juez fue muy simpático. Nos tendió el papel para firmarlo, pero alargamos un poquito los trámites para que los fotógrafos pudieran hacer su trabajo. Entonces, Pepe dijo a la gente que no habíamos podido bautizar a Thais ese mismo día por la mañana, como era nuestra intención, porque lo había prohibido el señor obispo de Mallorca, ya que  no nos íbamos a casar por la iglesia sino por lo civil.

-¡Hijo de puta! – gritó Terenci Moix.

Y al día siguiente, los alrededores del palacio arzobispal aparecieron llenos de carteles: “No dejéis que los niños se acerquen a él”, se leía en ellos.

Pero todo se solucionó gracias al obispo de Barcelona, que nos dio permiso para bautizarla allí. Y es que, aunque no fuese creyente, tenía interés en bautizarla por mi madre, que tampoco había sido muy católica pero sí había creído en Dios y habría sido una alegría para ella. No le dimos una educación católica ni a Thais ni a Zeus, pero quisimos que estudiaran todas las religiones para que pudiesen elegir por sí mismos.

(…)

Cuando Pepe murió, estuve tres años en tratamiento con un psiquiatra de Barcelona. Fue una muerte espantosa, porque su enfermedad apareció de repente y sin ninguna posibilidad de cura. Y él no supo que se iba a morir, pero yo sí.

(…)

Todo era tan creíble que se murió sin enterarse, acostado, después de comer. Estábamos en la cama. Él estaba recostado sobre el lado izquierdo, porque en el derecho tenía el catéter con el cuentagotas de la droga, que él creía que era algo para limpiarle el intestino.

(…)



EL RECORTE CCCLXXVIII

En marzo de 1988, esta revista, que desconocemos, publicaba este "documento" en el que la estrella reseñaba los seis momentos más importantes de su vida en el umbral de su sexagésimo cumpleaños. 


DOCUMENTO

La legendaria artista cumple 60 años

SARA MONTIEL

Sara Montiel cumple el próximo día 10 sus primeros 60 años. Desde la atalaya de esa edad, la que fuera gran estrella del cine español, hoy convertida en leyenda, reflexiona sobre aquellos seis momentos que marcaron su vida. Fechas unidas a León Felipe, el gran poeta que la educó; a Anthony Mann, el hombre que le abrió las puertas de Hollywood, y, sobre todo, al filme El último cuplé, con el que le llegó el éxito y la fama. Sara reconoce haber sido una privilegiada de la fortuna que ha obtenido todo lo que se había propuesto en la vida.

“Seis fechas que dejaron huella en mi vida”


En la plenitud de su madurez, Sara Montiel no se arrepiente de las decisiones tomadas a lo largo de su vida. 

León Felipe

11 de mayo de 1950

La noche en que conocí a León Felipe en casa del doctor José Puche, el especialista en endocrinología y nutrición, en cuyo hogar nos hospedábamos mi madre y yo en México, supe que era un hombre que me iba a marcar, y mucho.´

Yo era una jovencita de 22 años recién cumplidos que no llevaba más de quince días en la capital mexicana. Había emigrado a América con el objetivo de triunfar en Hollywood, la meca del cine, vía México.

León tenía entonces sesenta y cuatro años. Vivía exiliado con su esposa, Berta, desde el final de la guerra civil española y era uno de los grandes poetas contemporáneos.

Durante aquella cena, una cena de exiliados y emigrantes, sentí que entre León y yo iba a haber algo muy fuerte. Soy una mujer intuitiva. No me equivoqué. Me convertí, casi instantáneamente y durante los cuatro años que estuve en México, en su musa y en su obra. Porque León fue para mí el gran Pigmalión.

León me educó, me hizo conocer el teatro griego y el clásico, me abrió los ojos a la poesía, a la música clásica, al ballet –la primera vez que vi una representación fue con él-, a una dimensión nueva de la vida desconocida hasta entonces para mí.

Me llevó, incluso, a aprender arte dramático con el gran maestro Sekisano, un japonés que había enseñado a Marlon Brando y otras estrellas de Hollywood y que se había ido a vivir a México al casarse con una mexicana. León, es verdad, se enamoró de mí. Fue una pasión desaforada que nunca llegó a materializarse, pero que se convirtió en un poderoso motor creativo en la última etapa de su vida. Fui su último tranvía. Y Berta, que era una mujer muy inteligente, así lo comprendió y admitió. Lo amaba mucho.


León Felipe. El poeta León Felipe, exiliado en México tras la guerra, se enamoró de Sara Montiel y la convirtió en su musa. 

León pensaba que yo era más un animal de teatro que de cine, espectáculo al que consideraba un arte menor, e influyó decisivamente años más tarde en mi negativa a firmar un contrato leonino de siete años con la Columbia. “¡Ni hablar. ¿Qué se han creído? Dos años, si acaso, y eso es mucho”, me dijo por teléfono casi a gritos.

León confiaba en mí. Sabía que llegaría. Murió en octubre de 1968, en México. Había visto El último cuplé incontables veces y se conocía todas mis películas. Me hizo un poema maravilloso que guardo como un gran tesoro.

Anthony Mann

14 de septiembre de 1955

Mi relación con Tony pasó por dos fases: admiración y amor. Mi admiración nació en México cuatro años antes de conocerle, cuando vi su película La historia de Glenn Miller. Y fue en aumento el 14 de septiembre de 1955, cuando me lo presentaron en Hollywood durante una comida de trabajo en el restaurante para ejecutivos de la Warner Bross. El almuerzo tenía como fin que nos conociéramos los que íbamos a trabajar en Serenade –Dos pasiones y un amor se llamó en España-. Aquel día se hizo realidad el sueño de mi vida. No hice caso a nadie. Sólo tuve ojos para él durante toda la comida; pero ni entonces ni durante el rodaje, en el que Mario Lanza hacía de protagonista masculino, ocurrió nada. Fue después de que acabáramos el rodaje de la película cuando me declaré durante una cena en un restaurante japonés de Santa Mónica. Tony se mostró un poco reticente. La diferencia de edad, me llevaba veintinueve años, le preocupaba bastante. A mí no me importaba nada.

Tony y yo no nos casamos hasta marzo de 1957, y en artículo mortis, en Nueva York. A Tony le había dado un fuerte ataque al corazón y estaba al borde de la muerte. La ilusión de nuestro matrimonio le dio las fuerzas necesarias para salir adelante.

Si León me dio cultura, Tony me dio seguridad en mí misma, me enseñó todo lo que hay que saber sobre el cine.

Tony me abrió las puertas a un mundo al que nadie en España tuvo acceso. Conocí a todo Hollywood en pie de igualdad. Conté con la amistad de seres como David Lean, Gary Cooper, Alfred Hitchcock, Orson Welles, Elia Kazan, Marlon Brando, y un largo etcétera. Influyó mucho sobre el tipo de mujer que yo tenía que interpretar.

Yo le daba a él, a cambio, ilusión, vida. Era como una potente dinamo de energía. En mí bullía descontrolada la vida. Y ese fue el problema al final. Yo quería vivir y él estaba de vuelta de todo. Tropezábamos, a veces, en el trabajo. La Warner me ofrecía películas, yo las rechazaba y Tony me echaba la bronca diciéndome que no llegaría nunca a nada si seguía así.

Tony y yo nos separamos no porque no nos quisiéramos, sino porque viajábamos en dos trenes de diferentes velocidades. Y yo necesitaba seguir mi ritmo. Fue una etapa, junto con la de León, de aprendizaje y formación personal y profesional muy enriquecedora. Cuando me enteré años más tarde por un periódico que Tony había muerto de un infarto, me desmayé y sentí un dolor desgarrador dentro de mí. 


'El último cuplé'. Fue una película que se rodó a trancas y barrancas, pero que consagró a Sara y la catapultó a la fama. 


Alfred Hitchcok. Sara tuvo una especial relación con el genio del suspense, que le fue presentado por Anthony Mann. 

“El último cuplé”

4 de mayo de 1957

Puede resultar chocante, pero yo me enteré del éxito de El último cuplé tres días antes de que éste sucediera. Kappy y Philip Jordan, dos amigos de Tony, me habían estado haciendo una carta astral y aparecieron, de pronto, muy acalorados el 4 de mayo por la mañana.

“Sara, tu vida está a punto de cambiar”, me dijeron. “Tienes una gran estrella y un gran porvenir”. Yo me eché a reír. “Dinero vas a tenerlo todo. Maridos, tres. Hijos, muchos –tuve once abortos-. Y el éxito te va a llegar arrollador. Estamos asustados”, me confesaron.

Yo me lo tomé un poco a sorna. Estaba pasando por una etapa no muy buena. Acababa de rodar en España El último cuplé y no había eudado a gusto. Muchos problemas. El sabor de boca resultante no era bueno. Tenía, por otra parte, a Tony reponiéndose de su infarto. Eran tiempos de tragedia y esperanza.

No se equivocaron. El día 7, de madrugada, Enrique Herrero, padre, me llamó confirmándome el éxito: “Antonia, no sabes lo que es ‘El último cuplé’. La próxima Sissi se llamará Sara Montiel”, me dijo.

A la semana siguiente recibí otra llamada, ésta de Cesáreo González y Benito Perojo, proponiéndome un contrato de 140 millones de pesetas –cuatro millones de dólares de entonces- por cuatro películas.

Me marché a España el 20 de junio. No se habían equivocado los hermanos Jordan. Paré la circulación en la Gran Vía madrileña. A mi paso se formaban auténticas manifestaciones. La gente se mataba por encontrar un asiento para ver mi película.

El último cuplé fue lo más importante de mi vida artística. También la película que más trabajé y sudé, todo gracias a Juan de Orduña, que creyó en mí.

Fue un doble éxito, como actriz y como cantante, que acepté con toda naturalidad porque estaba convencida de que me iba a llegar tarde o temprano. Aprecié, sobre todo, el hecho de que se me reconociera que sabía cantar. Porque nadie, hasta entonces, creía en mí. Y les demostré que podría hacerlo tan bien o mejor que nadie.


Gary Cooper. Durante el rodaje de 'Veracruz', que coprotagonizaron junto a Burt Lancaster, Sara y Gary Cooper, mantuvieron un idilio que se transformó en amistad con los años. 

La muerte de mi madre

24 de julio de 1969

Aunque sabía que padecía un cáncer de huesos irreversible que la tuvo postrada en cama durante ocho meses, su muerte fue para mí como un mazazo. No pude, ni he podido, aceptar nunca la muerte de mi madre, María Vicenta Fernández.


Con su madre. La muerte de su madre, María Vicenta Fernández, hundió a Sara en un período de locura. 

Yo me encontraba en Moscú cuando me avisaron de que estaba agonizando. Me había desplazado allí con otros compañeros para recibir la medalla Lenin, por ser la mujer extranjera más famosa de la Unión Soviética, durante la semana del cine español que se estaba celebrando. El telegrama que recibí me hundió en una profunda crisis nerviosa. Las autoridades soviéticas, como me habían prometido en Madrid antes de viajar a Moscú, pusieron a mi disposición un avión que me llevó en pocas horas junto al lecho de muerte de mi madre. Me acompañó en el avión María Mercader, la esposa de Vittorio de Sica.

Aún tuve tiempo para estar unas horas con ella. Falleció a la madrugada siguiente de llegar yo a Madrid. Fue brutal. En muy poco tiempo había perdido a dos seres muy queridos. Primero, Tony; luego, mi madre.

El dolor fue tal que me quise suicidar tirándome por el balcón. Era un décimo piso, pero Esther Martín, mi peluquera y amiga, lo impidió sujetándome por las piernas. Puede vivir, en principio, a base de calmantes. Nunca he sentido un dolor como el que sufrí al haber perdido a mi madre. No me enteré prácticamente de nada. Estaba ida por completo.

Marujita Díaz me ayudó mucho. Me llevó a su casa. Pasaba el día con Maruja y la noche con mi hermana Elpidia. Por la tarde visitaba la tumba de mi madre en el cementerio de San Justo. Un día me di cuenta de que había una tapia que estaba en obras por la que se podía entrar en el cementerio cuando estaba cerrado.

Empecé a mentir a Maruja y a Elpidia. A Maruja le decía que me iba a casa de mi hermana y a Elpidia le decía que me quedaba con Maruja. Lo que hacía, en realidad, era irme a dormir sobre la tumba de mi madre, colocando encima un abrigo de visón. Así estuve tres meses, agosto, septiembre y octubre de 1969. Hasta que me descubrieron.

Una mañana, uno de los enterradores me sorprendió refugiada en la cripta de los marqueses de Urquijo, que estaba abierta. Había llovido la noche anterior. Me sacó de allí y me llevaron a casa.

Estuve durante varios meses en tratamiento psiquiátrico bajo la supervisión del doctor López Ibor. Yo no entendía el porqué, puesto que consideraba la cosa más normal del mundo dormir por la noche sobre la tumba de mi madre. Como yo no reaccionaba del todo me tendieron una  trampa. Me hicieron sentir una responsabilidad fuerte sobre mis hombros, para olvidar. Así me presenté en el teatro por vez primera en mi vida con Sara Montiel en persona, en la Zarzuela, de Madrid.

Yo salía como una autómata al escenario, no me enteraba. Llevaba como un piloto automático. La terapia resultó, qué duda cabe, y empecé a remontar el dolor y volver a vivir. 


La estrella de Sara la convirtió en foco de la noticia, acaparando las portadas de las grandes revistas. 


De su matrimonio con Vicente Ramírez, Sara no guarda buenos recuerdos. Fue para ella uno de esos errores que se cometen en la vida. 


Anthony Mann. Por 'Tony', como cariñosamente le llama, se interesó al ver una película suya. Luego se enamoró de él durante el rodaje de 'Serenade'. 

Pepe Tous

28 de febrero de 1970

Lo de Pepe Tous y yo no fue un flechazo, como se suele decir. Fue un amor que entró poco a poco y que me llenó, y me sigue llenando, como nada antes lo había hecho. Conocí a Pepe en el transcurso de la gira que estaba haciendo por España con mi espectáculo Sara Montiel en persona. Pepe, que era el empresario del Teatro Balear, donde se iba a poner en escena, me estaba esperando en la escalerilla del avión con un ramo de flores.

Justo es decir que yo no había sido nunca santo de su devoción. La verdad es que le era indiferente. Pero a mí me gustó, y yo le gusté. Nos llevó al hotel a la señora Inés, quien me vestía y siempre estaba conmigo, como una segunda madre, y a mí.

Curiosamente, la señora Inés me comentó en la habitación que Pepe era muy majo, el soltero de oro le llamaban en la isla. Pero pensamos que estaría casado y no le dimos más vueltas.

A mí, Palma de Mallorca no me atraía demasiado. Tenía un mal recuerdo de mi viaje con Vicente Ramírez, mi segundo marido, y no quería estar más tiempo del necesario. Pero esa misma tarde cobré un nuevo interés. Me enteré de que Pepe estaba soltero.

Yo llevaba relaciones con Giancarlo Viola, un ingeniero de explosivos italiano, desde hacía siete años. Nuestra relación era, y nunca mejor dicho, una relación explosiva, con continuos altibajos, peleas y follones.

Yo sentía que necesitaba en mi vida estabilidad, amor, formar una familia, tener hijos. Y Pepe encarnaba lo que yo quería. Nos enamoramos y encontré la vida. Era el hombre de mi vida, lo que siempre había estado buscando.

Puede resultar paradójico, y lo es, que haya terminado con un hombre de mi edad, yo que siempre me he sentido fuertemente atraída por hombres mayores que yo. Quizá es porque he superado aquel complejo de Electra que me han dicho que tenía.

La entrada de Pepe Tous en mi vida fue determinante. Dejé a Gianca, me quité el luto y me fui a vivir con él seis meses más tarde. No podía casarme, ya que estaba legalmente casada con Vicente. Eso, por fin, lo hicimos el 30 de julio de 1979.

Con los niños tuvimos una mala época. Yo me quedé en estado y perdí un hijo a los seis meses y tuve que abortar porque padecía una enfermedad llamada edema de King. Me cogió con 42 años. Pero, gracias a Dios, todo se arregló. Tenemos ahora dos hijos maravillosos, Thais, que tiene 9 años, y Zeus, que tiene 4, los dos adoptados en Brasil. Con ellos lo tuve todo. Me hice como madre, mujer y artista. 



Su familia. Sara reconoce que conoció a Pepe Tous justo cuando necesitaba un cambio radical. Tienen dos hijos adoptados: Thais, de 9 años, y Zeus, de 4. 


Mis 60 años

10 de marzo de 1988

Cumplir 60 me parece la cosa más maravillosa del mundo. Mirando hacia atrás, el balance me parece netamente positivo. Me siento una privilegiada de la vida por haber vivido tan intensamente, por haber conocido y haber sido amiga de personas tan importantes, por haber tenido acceso adonde sólo unos pocos elegidos pueden llegar y por haberme tocado la diosa del éxito con su varita.

Sé que ya no soy una estrella, que estoy mucho más arriba, que soy un mito; pero un mito que trabaja, que va a tener dentro de poco una serie de nueve programas de una hora en TVE y que va a sacar un nuevo elepé, Purísimo Sara, con canciones de Carlos Berlanga, Joaquín Sabina y Alberto Cortez. ¿Qué más puedo pedir?

A quien corresponda, gracias.

 

Transcripción. CARLOS BERBELL



LA FOTO CCCLXXVIII


Sara Montiel el día de la presentación de sus memorias 'Vivir es un placer'. Corría el año 2000.